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Jueves 14 de junio será la última sesión de este curso.

Homenaje a Maria Aurèlia Campmany, no tenemos ningún libro recomendado para leer.

Ignasi Riera, coordinador del Club de Lectura, nos ha enviado una nota sobre la señora Capmany que reproducimos literalmente:

MARIA AURÈLIA CAPMANY, DONA FINESTRERA.
No sé en qué revista, seguro que de vida efímera, compartíamos columna con Maria Aurèlia. Y su sección se llamaba así: “Dona  finestrera”. Había adoptado el título para que los adagios catalanes castigaban dichas ‘mujeres ventana’. Y ella, feminista sin complejos, quería defender a las mujeres que no se sentían ni inferiores ni excluidas de la vida pública … ni como periodista, ni como contertuliana de radio, ni como ensayista, ni como novelista, ni como mujer de teatro, ni como traductora, ni como profesora de filosofía, ni como concejal de Cultura del ayuntamiento de Barcelona. Fue todo esto, y aún más. Guillem-Jordi Graells, responsable de la edición de las obras completas de MAC. En un texto espléndido – “Maria Aurèlia Capmany, un bosque para vivir” -, publicado en ‘Cuadernos de la Cátedra Josep Anton Baixeras’, de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. Cuando la quiere definir, nos dice:
“Podemos decir que es una persona abierta, y es cierto. Apasionada, y también. Penetrante, y es evidente. Pero hay que añadir un montón excesivo de matices y de aspectos: polémica, arriesgada, sincera, generosa, sutil, terca, encendida, pero quizás también reservada, tímida, insegura, prudente. Una síntesis de todo esto hace de mal concretar en una sola palabra, y sólo los que la conocen bien les basta si digo que tiene un talante Capmany, los que ya no se encuentran “.
Maria Aurèlia Capmany había nacido en Barcelona en agosto de 1918, y es en Barcelona donde murió en octubre de 1991). Nieta del abogado y escritor federalista Sebastián Farnés e hija del folclorista Aureli Capmany. Nos recordaba sus orígenes cuando disentía del libro de Jordi Solé-Tura, del 1967: Catalanismo y revolución burguesa, de impacto notable en su momento y que iba a convertirse en la base pretendidamente científica de un dogma falso: la burguesía era el motor del nacionalismo catalán, para poder imponer sus intereses de clase. Agustí Pons refleja con energía contra la tesis que insistía en un pseudo-dogma sin fundamentos: “el catalán, lengua de la burguesía”:
“Para la Maria Aurèlia la asimilación del catalanismo a la burgesia constituía una impostura, una falsedad. Y no debía recurrir a ningún libro, en ninguna lectura, para quedar convencida. Le bastaba asumir la tradición familiar de la que venía –y de la que se sentía muy orgullosa. Su abuelo, Sebastián Farnés, había sido uno de los folcloristas más importantes de Cataluña. (…) (Para ella), el catalanismo constituía un sentimiento popular y era la clase burguesa la que, en todo caso, se había apropiado en determinados momentos históricos. Este punto de vista, por cierto, el compartía del todo Federica Montseny … “.

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